sábado, 11 de enero de 2014

La Actividad Física en Edad Escolar

Actualmente hay multitud de estudios que revelan que la actividad física mejora el estado anímico y disminuye el riesgo de padecer enfermedades como estrés, ansiedad, depresión y obesidad, tanto en niños como en adultos. Además, se ha comprobado que los niños y niñas que practican algún deporte o actividad física semanalmente desarrollan mejor sus habilidades sociales y potencias el desarrollo de la concentración, el trabajo en equipo y las estrategias de superación personal.
Sin embargo, hay pocos estudios que relacionen el ejercicio físico con los resultados académicos.

En este sentido Jim Piyarnik (investigador del departamento de kinesiología, epidemiología y medicina física y rehabilitación de la Universidad de Michigan, Estados Unidos) realizó una investigación con alumnos de educación media cuyos resultados indican que aquellos que realizan actividad física de intensidad media tienen un mejor rendimiento escolar, en comparación con sus compañeros sedentarios. Se percató de que aquellos estudiantes que realizaban actividades físicas extra, como natación o fútbol, mostraron un rendimiento académico superior al de sus compañeros, especialmente en asignaturas como matemática, ciencias, inglés y comprensión del medio social. Además, se pudo determinar que aquellos estudiantes que practicaban una actividad física fuerte, al menos tres veces por semana, son los que tienen un mejor rendimiento escolar.
Darla Castelli (profesora de kinesiología de la Universidad de Illinois) en sus investigaciones que “Hay una fuerte relación entre rendimiento académico y preparación física. Los alumnos que tienen buenos resultados académicos también los tienen en Educación Física. No, por ello, sugerimos que si corremos más seremos más inteligentes, pero aparentemente hay una correlación.”

Como se puede observar la actividad física repercute en la adquisición de las habilidades académicas. Sin embargo, existen pocos estudios que hayan podido demostrar forma convincente que la práctica regular entre los escolares de ejercicio entre moderado a intenso aumenta el rendimiento académico.
Uno de esos estudios está publicado en “British Journal of Sports Medicine”. En él los investigadores partieron de la actividad física realizada por una muestra de casi 5.000 niños y niñas de 11 años, anotando sus calificaciones en lengua, matemáticas y ciencias a los 11, 13 y 16 años. Aunque el tiempo que invertían en hacer ejercicio físico estaba muy lejos de los 60 minutos diarios recomendados para esa edad, se concluyó que existe una relación positiva entre el rendimiento académico y la actividad física. Además se han podido realizar otras conclusiones:
  1. Las chicas, con la ayuda del ejercicio, obtienen mejores calificaciones en las asignaturas de ciencias.
  2. En ambos sexos, el ejercicio tenía un efecto dosis/respuesta en las calificaciones académicas. Es decir, cuanto más intenso era el ejercicio realizado, mayor era el incremento de las calificaciones. En concreto, a los 16 años, para los chicos, por cada 17 minutos adicionales realizados al día a los 11 años sobre la media (29 minutos) mejor era su puntuación; mientras que las chicas mejoraban su puntuación con cada 12 minutos extra sobre los 18 minutos que, como media, dedicaban a la ejercicio moderado o intento a esa edad.
  3. La práctica de ejercicio parece aumentar la concentración, lo que permite que dediquen, durante las clases, más tiempo a las explicaciones del profesor, y reducen los problemas de conducta en las aulas.
  4. Conlleva un aumento de sustancia gris en las cortezas prefrontal, sede de las funciones ejecutivas que nos permiten planificar acciones, y temporal, relacionada con el aprendizaje y la memoria.
  5. Incremento de la sustancia blanca, encargada de establecer conexiones entre distintas zonas de cerebro.
Los resultados obtenidos por este estudio llevan a la pregunta: ¿qué ocurriría si los escolares llegaran a los 60 minutos diarios de ejercicio recomendados?

En definitiva, mover los músculos no sólo ayuda a mantener la salud física, sino la mental, y esta práctica debe promoverse desde la infancia, cuando los circuitos cerebrales están en formación. No sin olvidar que el ejercicio es sólo un “multiplicador” de los resultados académicos y que, además, debe ser planificado teniendo en cuenta el nivel biológico y madurativo del niño o la niña. 

Por ello, y para concluir esta entrada, a continuación las edades que se han comprobado son más sensibles para la adquisición de las habilidades motrices básicas y específicas:
  • De los 6 a los 12 se deben automatizar las habilidades motrices básicas: desplazamientos, saltos, lanzamientos, recepciones y giros.
  • La coordinación y el equilibrio responden mejor a los estímulos entre los 8-10 años debido al gran desarrollo que experimenta el SNC en esta etapa.
  • La resistencia aeróbica debe entrenarse a partir de los 10 años, cuando los pulmones y el sistema circulatorio están en plena maduración.
  • La resistencia anaeróbica no debe comenzarse hasta los 15-16 años.
  • La velocidad de reacción se puede comenzar a entrenar a partir de los 9 años, mientras que la velocidad-resistencia y la velocidad máxima deben esperar hasta la adolescencia.
  • El trabajo de fuerza no es recomendable hasta que el niño/a haya alcanzado la máxima altura, quedando supeditado su trabajo a las exigencias de las habilidades motrices básicas.
  • La flexibilidad debe trabajarse desde la primera infancia, puesto que es la única cualidad física del ser humano que involuciona con la edad.

Fuentes consultadas: